SEGUNDA
PARTE………..
Batallas de Tucumán y Salta
El mismo día que hizo flamear esa
bandera, en enero de 1812, era nombrado jefe del Ejército del Norte. Debía
partir hacia el Alto Perú, a reemplazar a Juan Martín de Pueyrredón y engrosar
el ejército con las tropas de su regimiento.
Se hizo cargo del mando en la
posta de Yatasto: del ejército derrotado quedaban apenas 1500 hombres, de los
cuales 400 internados en el hospital; tampoco había casi piezas de artillería,
y no tenía fondos para pagar a los soldados. Instaló su cuartel en Campo Santo,
al este de la ciudad de Salta. Se dedicó a disciplinar el ejército y organizó
su hospital, la maestranza y el cuerpo de ingenieros. Su seriedad y su espíritu
de sacrificio le ganaron la admiración de todos y logró levantar el ánimo de
las tropas.
En mayo se trasladó a Jujuy e
intentó algunas operaciones en la
Quebrada de Humahuaca. Para levantar la moral del ejército,
hizo bendecir la bandera por el cura de la iglesia de la ciudad, Juan Ignacio
Gorriti, que había sido miembro de la Junta Grande.
En esta situación, Belgrano
recibió del Triunvirato la orden de replegarse, sin presentar batalla, hacia
Córdoba. Así fue que dirigió el "Éxodo Jujeño": ordenó a toda la
población seguirlo, destruyendo todo cuanto pudiera ser útil al enemigo. No
pudo hacer cumplir esa misma orden para la ciudad de Salta, dado que el enemigo
estaba ya muy cerca.
El jefe del ejército de
vanguardia realista, general Pío Tristán, avanzó hasta las afueras de la ciudad
con sus tropas desprevenidas, con la artillería empacada sobre las mulas.
Pero cuando el ejército se
presentó en el llamado "Campo de las Carreras", en las afueras de la
ciudad, fueron sorpresivamente atacados por el ejército independentista. La
batalla de Tucumán (24 de septiembre de 1812) fue increíblemente confusa: cada
unidad peleó por su lado, se desató una tormenta de tierra, e incluso el cielo
se oscureció por una manga de langostas. Belgrano acampó a cierta distancia, y
sólo el llegar la noche supo que había triunfado. Fue la más importante de las
victorias de la guerra de la independencia argentina.
Belgrano reorganizó las tropas y
avanzó hacia Salta. El 20 de febrero de 1813 se libró la batalla de Salta, en
la pampa de Castañares, lindante con la ciudad de Salta, en la que logró un
triunfo completo, haciendo inútil la defensa de las tropas de Tristán. Fue la
primera vez que la bandera argentina presidió una batalla.
Firmó con Tristán un armisticio,
por el cual dejó en libertad a los oficiales realistas, bajo juramento de que
nunca volvieran a tomar las armas contra los patriotas.
Esta decisión le valió las críticas
de los miembros del gobierno porteño y de muchos historiadores actuales. Pero
es posible que, si se hubiera portado con más crueldad, como Castelli en 1811,
no hubiera podido recibir el apoyo que recibió en el Alto Perú.
Como consecuencia de la batalla de
Salta, las provincias altoperuanas de Chuquisaca, Potosí, y más tarde,
Cochabamba, se levantaron contra los españoles. Expulsó al obispo de Salta,
cuando descubrió que estaba cooperando con los realistas.
Campaña al Alto Perú
En abril de 1813 inició el avance
hacia el norte, al territorio de la actual Bolivia. Intentó no empeorar las
relaciones con los altoperuanos, que habían quedado mal predispuestos contra
los porteños desde las imprudencias de Castelli y Monteagudo, pero hizo
ejecutar a los realistas que habían violado el juramento dado en la batalla de
Salta y por el que habían sido liberados: les cortó las cabezas y las hizo
clavar con un cartel que decía "por perjuros e ingratos".
En junio entraba con su ejército
de 2.500 hombres en Potosí, donde reorganizó la administración y nombró
gobernadores adictos en casi todo el Alto Perú. Mientras tanto, Goyeneche era
reemplazado por Joaquín de la
Pezuela , un general, más hábil que aquel, que pronto reunió
un ejército de casi 5.000 hombres.
Belgrano se puso en marcha con 3.500 hombres, y contando con
el apoyo de las fuerzas indígenas acaudilladas por Cornelio Zelaya, Juan
Antonio Álvarez de Arenales, Manuel Asencio Padilla e Ignacio Warnes. Éste
último había sido nombrado gobernador de Santa Cruz de la Sierra por Belgrano, y
había logrado extender significativamente el territorio liberado.
Enfrentó a Pezuela el 1 de
octubre en la batalla de Vilcapugio, donde en un primer momento pareció que
podía lograr la victoria. Un sorpresivo contraataque realista logró una
victoria total para Pezuela. En ella perdió poco menos de la mitad de sus
tropas, casi toda su artillería y su correspondencia. Por ésta, Pezuela supo
que Belgrano esperaba refuerzos. Por eso forzó rápidamente una nueva batalla.
En la batalla de Ayohuma, del 14 de noviembre, no atinó a
ocultar la disposición de sus tropas, lo que permitió que Pezuela lo atacara
con seguridad, cambiando de frente. Fue una completa victoria realista.
Como consecuencia de estas
derrotas se retiró a Jujuy, dejando las provincias del Alto Perú en manos del
enemigo. Quedaban en esas provincias varios jefes guerrilleros, los más
destacados de los cuales fueron Arenales, Warnes y Padilla, que dieron mucho
trabajo a su enemigo hasta el regreso del Ejército del Norte, al año siguiente.
Pero no sería bajo el mando de
Belgrano: cuestionado por el gobierno de Buenos Aires, en enero dejaba el mando
del Ejército del Norte al entonces coronel José de San Martín en el encuentro
de La Posta de
Yatasto, Salta. Belgrano se puso a órdenes de San Martín como su segundo, pero
a los pocos días regresó a Buenos Aires, seriamente enfermo por afecciones
contraídas durante sus extensas campañas militares, probablemente paludismo y
tripanosomiasis.
Pese a encontrarse con un ejército material y anímicamente
diezmado, San Martín reconoció en todo momento la gran labor libertadora
desempeñada por Belgrano al frente de las terribles campañas del Alto Perú,
profesándole en todo momento un gran respeto y admiración.
Su fracaso en esta campaña ha
sido considerado como determinante de la posterior separación entre Argentina y
Bolivia. Tal secesión parece deberse sin embargo a causas más profundas, tal
como el inexplicable desinterés del gobierno de Buenos Aires, que en una carta
fechada el 9 de mayo de 1825 le responde al mariscal Antonio José de Sucre que
es voluntad del Congreso General y Constituyente que las provincias del Alto
Perú queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir
mejor a sus intereses y a su felicidad.
Fue, con San Martín y Bernardo de
Monteagudo, uno de los principales promotores de la declaración definitiva de
la independencia argentina en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816.
La guerra civil
Al llegar a Buenos Aires fue
puesto a cargo del ejército de operaciones contra los federales de provincia de
Santa Fe, en reemplazo de Juan José Viamonte. Éste estaba sitiando la villa de
Rosario. Su segundo era Eustoquio Díaz Vélez, el mismo que había sido su
segundo en Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma. Lo envió a exigir rendición a
los santafesinos, pero éste -tratando de evitar una guerra civil- acordó el
llamado Pacto de Santo Tomé con el gobernador Mariano Vera, en abril de 1816.
Por este tratado depuso a Belgrano como jefe del ejército, colocándose él mismo
en su lugar. Esta rebelión de Díaz Vélez provocó la caída del director Ignacio
Álvarez Thomas. Pocos días más tarde, una comisión porteña integrada - entre
otros - por Díaz Vélez firmaría un nuevo tratado con Santa Fe, que terminaría
por ser dejado de lado por el nuevo Director, Antonio González Balcarce, y por
el Congreso de Tucumán, provocando que el caudillo federal José Artigas y el
gobierno de Santa Fe se negaran a enviar diputados de los pueblos del litoral
al Congreso que declararía la Independencia
Argentina.22
En agosto de 1816 se hizo cargo
nuevamente del Ejército del Norte; pero no pudo organizar una cuarta expedición
al Alto Perú, como era su sueño. Sólo alcanzó a enviar al teniente coronel La Madrid en una campaña
menor, en marzo de 1817, hasta las cercanías de Tarija. Pero La Madrid , después de una
pequeña victoria, y con apenas 400 hombres, atacó Chuquisaca por sorpresa. Fue
derrotado y tuvo que huir por la sierra y la selva, volviendo a Tucumán por el
camino de Orán.
También en 1817, por orden del
Congreso de Tucumán, envió a sus mejores tropas a aplastar la revolución
federal de Santiago del Estero, acaudillada por Juan Francisco Borges, quien
fue capturado por Aráoz de La
Madrid. Al saber de la prisión de Borges, Belgrano — que
originalmente había ordenado su fusilamiento — le indultó; pero Lamadrid ya
había fusilado a su rival santiagueño.
Tras esto, Manuel Belgrano pasó dos años acantonado en la
rústica fortaleza de La
Ciudadela , a un par de kilómetros al sudoeste de la Plaza Mayor de la
ciudad de San Miguel de Tucumán, sin recursos para seguir la guerra, y tratando
de contrarrestar los posibles contraataques de los españoles y realistas.
Se le ordenó repetidas veces utilizar divisiones del
Ejército del Norte contra los federales de Santa Fe. Envió contra ellos al
coronel Juan Bautista Bustos, que no logró doblegar la resistencia del caudillo
santafesino Estanislao López.24 Si bien no combatió personalmente a los
federales, y continuamente se quejaba al gobierno de la inutilidad de esa guerra,
advirtiendo a las autoridades establecidas en Buenos Aires que la población de
las provincias estaban descontentas del centralismo:
"Hay mucha equivocación en los conceptos: no existe tal
facilidad de concluir esta guerra; si los autores de ella no quieren
concluirla, no se acabará jamás... El ejército que mando no puede acabarla, es
un imposible. Su único fin debe ser por un avenimiento... o veremos
transformarse el país en puros salvajes..."25
A mediados de 1819, cuando estaba ya muy enfermo, el general
Rondeau, nuevo Director Supremo, ordenó que el Ejército del Norte y el de Los
Andes abandonaran la lucha contra los realistas para aplastar las rebeldías
provinciales. San Martín sencillamente ignoró la orden, mientras Belgrano
obedecía a medias: ordenó a sus tropas iniciar la marcha hacia el sur, pero
pidió licencia por enfermedad y delegó el mando en su segundo, Francisco
Fernández de la Cruz.
La provincia de Tucumán negó su obediencia al Directorio.
Dos meses más tarde, también el Ejército del Norte se negaría a apoyar al
gobierno central contra los federales: al llegar a Santa Fe, el general Bustos
dirigió el llamado motín de Arequito, y el Ejército del Norte fue disuelto.25
Manuel Belgrano y la educación
Manuel Belgrano fue uno de los
próceres argentinos que más énfasis puso en impulsar la educación. Durante su
estadía en España había elaborado un plan de acción, que en total abarcaba seis
puntos. Uno de ellos estaba dedicado a la educación:
Antiguamente se halló en la política la máxima siguiente:
´Es bueno, mantener la gran masa del pueblo en la ignorancia, idea que aunque
no fuera indigna del hombre, se opone directamente al verdadero interés del
Soberano. (...) Ése es uno de los objetivos más importantes del gobierno.
Vasallos dichosos y Soberano poderoso, son los resultados del estado actual de
las escuelas públicas, y de la educación lugareña, que después de mil ensayos,
se han establecido en varias provincias de Alemania, Suecia, Inglaterra, etc.
(...) Por este medio se logran en la gran masa de una nación costumbres sanas.
Que orgullo me da ser un argentino que tuvo un hombre de estas características. !!!!!!!!!!!!!!!!!!
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