sábado, 21 de septiembre de 2013

Don Juan Manuel de Rosas

NOTA: El documento tiene sus enlaces identificados con Wikipedia

NACIO:  Buenos Aires; 30 de marzo de 1793

FALLECIÓ: Southampton, Hampshire; 14 de marzo de 1877. Fue un militar y político argentino.
En 1829, tras derrotar al general Juan Lavalle, accedió al gobierno de la provincia de Buenos Aires. Logró constituirse en el principal dirigente de la denominada Confederación Argentina (1835-1852).

 

Nacimiento, familia y primeros años
Retrato de Juan Manuel de Rosas, cuando éste era un niño.
Conocido como Juan Manuel de Rosas, fue bautizado como Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio. Era hijo del militar León Ortiz de Rozas y la estanciera Agustina López de Osornio. Pertenecía al linaje de los Ortiz de Rozas, que tiene origen en el pueblo de Rozas, Valle de Soba, Cantabria, España.
Nació en el solar que había habitado su abuelo materno Clemente López de Osornio, situado en la calle que en ese entonces se denominaba Santa Lucía, actual calle Sarmiento entre las calles Florida y San Martín, en la ciudad de Buenos Aires.
Ingresó a los ocho años de edad en el colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich, si bien desde joven demostró vocación por las actividades rurales, interrumpió sus estudios para participar, contando con trece años de edad, en la Reconquista de Buenos Aires en 1806 y posteriormente se enroló en la compañía de niños del Regimiento de Migueletes, combatiendo en la Defensa de Buenos Aires en 1807, ambos hechos durante las invasiones inglesas, donde fue distinguido por su valor.
Más tarde, retirado al campo, se convirtió en un gran estanciero de la pampa bonaerense.
El joven Rosas, quien contaba con 17 años, se mantuvo al margen de los sucesos que culminaron con la Revolución de Mayo de1810.
Al año siguiente compró la estancia "Los Cerrillos", en San Miguel del Monte. En su estancia en la laguna de Monte organizó una compañía (aumentada al poco tiempo a regimiento) de caballería, los "Colorados del Monte", para combatir a los indígenas de la zona pampeana. Fue nombrado su comandante, y alcanzó el grado de teniente coronel.
Por esos años escribió sus famosas "Instrucciones a los mayordomos de estancias", en la que detallaba con precisión las responsabilidades de cada uno de los administradores, capataces y peones. Allí demostraba su capacidad para administrar simultáneamente varias explotaciones, con métodos muy efectivos, en un anticipo de su futura capacidad para administrar el estado provincial.

Los inicios en la política

Hasta 1820 se dedicó a sus actividades privadas. Desde ese año hasta su caída producida en la batalla de Caseros, en 1852, consagraría su vida a la actividad política, liderando —ya en el gobierno o fuera de él— la provincia de Buenos Aires, que contaba no sólo con el territorio productivo más rico de la naciente Argentina, sino con la metrópolis más importante la ciudad de Buenos Aires- y el puerto que concentraba el comercio exterior de las restantes provincias, así como el control de la aduana.
Con apoyo de Rosas y otros estancieros fue electo gobernador su colega el general Martín Rodríguez. El 1ro de octubre estalló una revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, y el día 5 inició el ataque, derrotando completamente a los rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos de Rosas,3 que fue ascendido al grado de coronel. Con Rodríguez, el grupo de los estancieros empezó a tener un papel público.
También fue parte de las negociaciones que concluyeron con el Tratado de Benegas, que ponía fin al conflicto entre las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. Fue el responsable del cumplimiento de una de las cláusulas secretas del mismo: entregar al gobernador Estanislao López 30.000 cabezas de ganado como reparación de los daños causados por las tropas bonaerenses en su territorio. La cláusula era secreta, para no "manchar el honor" de Buenos Aires. Así se iniciaba la alianza permanente que tendría esta provincia con la de Buenos Aires hasta 1852.

La revolución de diciembre.

Terminada la guerra del Brasil, el gobernador Manuel Dorrego fue obligado —por una intensa presión diplomática y financiera— a firmar la paz y la independencia de Uruguay, y la libre navegación de los ríos; lo que fue visto por los miembros del ejército en operaciones como una traición. En respuesta, la madrugada del 1 de diciembre de 1828, el general unitario Juan Lavalle tomó el Fuerte de Buenos Aires y reunió a los unitarios en la iglesia de San Francisco, donde —a nombre del pueblo— fue elegido gobernador Lavalle, utilizando un concepto restrictivo del término "pueblo". Siguiendo la misma lógica, disolvió la legislatura.
A principios de enero de 1829, el general José María Paz, aliado de Lavalle, iniciaba la invasión de la provincia de Córdoba, donde derrocaría al gobernador Juan Bautista Bustos. De ese modo se generalizó la guerra civil en todo el país.
Lavalle envió ejércitos en todas direcciones, pero varios pequeños caudillos aliados de Rosas organizaron la resistencia. Los jefes unitarios recurrieron a toda clase de crímenes para aplastarla. No se ha difundido la memoria de estos hechos, pues ocurrieron en el campo y sus víctimas fueron gauchos y personas pertenecientes a clases sociales más humildes.
Mientras López regresaba a Santa Fe, Rosas sitió la ciudad de Buenos Aires. Allí crecía la oposición a Lavalle (a pesar de que los aliados de Dorrego habían sido expulsados), sobre todo por el crimen sobre el gobernador. Lavalle aumentó la persecución sobre los críticos, lo que le llevaría mucho apoyo a Rosas, en la ciudad que siempre fue la capital del unitarismo.
            Lavalle presentó el tratado con un mensaje que incluía una inesperada opinión sobre su enemigo:
“Mi honor y mi corazón me imponen remover por mi parte todos los inconvenientes para una perfecta reconciliación...Y sobre todo ha llegado el caso de que veamos, tratemos y conozcamos de cerca de Juan Manuel de Rosas como a un verdadero patriota y amante del orden.”
Pero los unitarios presentaron la candidatura de Carlos María de Alvear, y al precio de treinta muertos ganaron las elecciones. Las relaciones quedaron rotas nuevamente, obligando a Lavalle a un nuevo tratado, el pacto de Barracas, del 24 de agosto. Pero, ahora más que antes, la fuerza estaba del lado de Rosas. A través de este pacto se nombró gobernador a Juan José Viamonte. Éste llamó a la legislatura derrocada por Lavalle, allanándole a Rosas el camino al poder.

Primer gobierno

           La Legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como Gobernador de Buenos Aires el 6 de diciembre de 1829, honrándolo además con el título de "Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires" y en el mismo acto le otorgó "todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias, hasta la reunión de una nueva legislatura".

No era algo excepcional: las facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y a Rodríguez en 1820, y a los gobernadores de muchas otras provincias en los últimos años; también Viamonte las había tenido.
Respecto a la forma de organización constitucional del estado y al federalismo, Rosas fue un pragmático. En cartas enviadas en 1829 al general Tomás Guido, al generalEustoquio Díaz Vélez y a Braulio Costa, el financista de Quiroga, les escribía para informarles que
El General Rosas es unitario por principio, pero que la experiencia le ha hecho conocer que es imposible adoptar en el día tal sistema porque las provincias lo contradicen, y las masas en general lo detestan, pues al fin sólo es mudar de nombre.

La guerra civil en el interior

El general José María Paz había ocupado Córdoba y había derrotado a Facundo Quiroga. Rosas envió una comisión a mediar entre Paz y Quiroga, pero éste fue derrotado y se refugió en Buenos Aires. Rosas le hizo dar un recibimiento triunfal —como si hubiese sido el vencedor— aunque el caudillo consideraba que la guerra había terminado para él.
Paz aprovechó la victoria para invadir las provincias de los aliados de Quiroga, colocando en ellos gobiernos unitarios. Los bandos quedaban definidos: las cuatro provincias del litoral, federales; las nueve del interior, unitarias y unidas desde agosto de 1830 en una Liga Unitaria, cuyo "supremo jefe militar" era Paz.
A los pocos meses, en enero de 1831, Rosas y Estanislao López impulsaron el Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Éste, que sería uno de los "pactos preexistentes" mencionados en la Constitución de la Nación Argentina, tenía como objetivo poner un freno a la expansión del unitarismo encarnado en el general Paz. Corrientes se adheriría más tarde al Pacto, porque el diputado correntino Pedro Ferré intentó convencer a Rosas de nacionalizar los ingresos de la aduana de Buenos Aires e imponer protecciones aduaneras a la industria local. En este punto, Rosas sería tan inflexible como sus antecesores unitarios: la fuente principal de la riqueza y del poder de Buenos Aires provenía de la aduana.
Por su lado, Quiroga decidió volver a la lucha. Pidió fuerzas a Rosas, pero éste sólo le ofreció los presos de las cárceles. Quiroga instaló un campo de entrenamiento y, cuando se consideró listo, avanzó sobre el sur de Córdoba. En el camino, Pacheco le entregó los pasados de Fraile Muerto: con ellos conquistó Cuyo y La Rioja en poco más de un mes.
La inesperada captura de Paz por un tiro de boleadoras de un soldado de López, el 10 de mayo, provocó un repentino cambio: Gregorio Aráoz de Lamadrid se hizo cargo del ejército unitario, con el que se retiró hacia el norte y fue vencido por Quiroga en la batalla de La Ciudadela, el 4 de noviembre, junto a la ciudad de Tucumán, con lo cual la Liga del Interior fue disuelta.

El gobierno de la provincia de Buenos Aires.

El primer gobierno de Rosas fue un gobierno de orden; no fue una tiranía despótica, aunque más tarde los historiadores harían extensivas a su primer gobierno algunas características del segundo. En este primer momento, se apoyó en algunos de los dirigentes del "Partido del Orden" de la década anterior, lo cual ha permitido que fuera acusado de ser el continuador del Partido Unitario, aunque con el tiempo se distanciaría de ellos.
Entre los hechos negativos se le atribuye responsabilidad en la invasión inglesa de las islas Malvinas, aunque este hecho ocurrió el 3 de enero de 1833, durante el gobierno de Balcarce que había sucedido a Rosas, que estaba emprendiendo su campaña al desierto. Estas islas, que habían sido objeto de disputa entre España e Inglaterra, se encontraban en posesión de España al momento de declararse la Independencia argentina, e Inglaterra implícitamente reconoció la continuidad jurídica de los derechos argentinos sobre las posesiones españolas al celebrar el tratado de Amistad, Comercio y Navegación, firmado en Buenos Aires el 2 de febrero de 1825, a pocos años de la Independencia argentina y ratificado por el gobierno británico en el mes de mayo de ese mismo año. Además, las Islas Malvinas habían sido pobladas por el Gobierno de Buenos Aires y se había designado un gobernador.
Esta primera administración de Rosas fue, también, un gobierno progresista: se fundaron pueblos, se reformaron el Código de Comercio y el de Disciplina Militar, se reglamentó la autoridad de los jueces de paz de los pueblos del interior y se firmaron tratados de paz con los caciques, con lo que se obtuvo una cierta tranquilidad en la frontera.
No obstante, la supremacía lograda no estuvo asociada a un apoyo incondicional de toda la población. Rosas debió enfrentar, por el contrario, una dura resistencia durante el curso de su gobierno.

Interregno

A fines de 1832, la legislatura reeligió a Rosas. Se dijo durante muchos años que rechazó su reelección porque no se le concedían las facultades extraordinarias, lo que no es exacto: no se sentía capaz de gobernar -ni quería hacerlo- sin la unanimidad de la opinión pública en su favor. Esperaría que lo llamaran desesperadamente, mientras buscaba la forma de hacerse imprescindible.
En su lugar fue electo Juan Ramón Balcarce, importante militar de la época de la guerra de independencia y jefe de un grupo federal no totalmente rosista, a quien Rosas entregó el gobierno el 18 de diciembre de 1832.

 

Campaña al desierto

La llanura pampeana bonaerense había estado sometida al dominio blanco apenas en una franja estrecha junto al río Paraná y elrío de la Plata, por lo menos hasta la década de 1810. Desde entonces, la “frontera interna con el indio” se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente por las actuales ciudades de Balcarce, Tandil y Las Flores.
En cuanto Rosas bajara del gobierno a fines de 1832, a principios del siguiente año coordinó la campaña con los de Mendoza, de San Luis y de Córdoba para hacer una batida general, que además acompañaría a la otra que había comenzado a principios del mismo año el general Manuel Bulnes, en Chile y en el extremo noroeste de la Patagonia oriental, específicamente en los alrededores de las lagunas de Epulafquen. La comandancia general le fue ofrecida a Facundo Quiroga, pero éste no participó en ella. Rosas concentró y adiestró la tropa en su estancia de Los Cerrillos, cerca del fortín y pueblo San Miguel del Monte.
El 6 de febrero de 1833 fue aprobada la ley que autorizaba al Poder Ejecutivo a negociar un crédito de un millón y medio de pesos m/c, para costear los gastos de la expedición, aunque al poco tiempo, el ministro de Guerra comunicó que no podría hacerse cargo de dicho objetivo, y por lo cual Juan Manuel de Rosas y Juan Nepomuceno Terrero terminaron suministrando ganado vacuno y caballar para el abastecimiento, sumado a que sus primos Anchorena, el doctor Miguel Mariano de Villegas, Victorio García de Zúñiga y el entonces coronel Tomás Guido donaran dinero en efectivo para que pudieran iniciarla, por lo cual, pudieron partir de allí en marzo del citado año.
La campaña también incorporó científicos que reunieron información sobre la zona recorrida, pero las regiones desérticas quedaron en manos de los indígenas. Recibió además la visita del científico Charles Darwin, quien en su diario de viaje describió parte de la campaña:
“...Los indios formaban un grupo de unas 110 personas (hombres, mujeres y niños); casi todos fueron hechos prisioneros o muertos, pues los soldados no dan cuartel a ningún hombre. Los indios sienten actualmente un terror tan grande, que ya no se resisten en masa; cada cual se apresura a huir por separado, abandonando a mujeres e hijos.(...)Sin disputa, esas escenas son horribles, ¡pero cuánto mas horrible aún es el hecho cierto de que se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tener mas de veinte años! Y cuando yo, en nombre de la humanidad protesté, se me replicó: "Sin embargo ¿que otra cosa podemos hacer? ¡Tienen tantos hijos esas salvajes!....."
Se aseguró la tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia, pero los adelantos de la frontera fueron mucho menos espectaculares que los logrados en la Conquista del Desierto emprendida muy posteriormente por el general Julio Argentino Roca en 1879.

Lo más importante que logró Rosas fue poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue totalmente dominado, los ranqueles, siguieron siendo vistos como un problema para los habitantes de estas provincias.

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