lunes, 23 de septiembre de 2013

Don Juan Manuel de Rosas (Segunda parte II)

 Don Juan Manuel de Rosas

NACIO:  Buenos Aires; 30 de marzo de 1793
FALLECIÓ: Southampton, Hampshire; 14 de marzo de 1877. Fue un militar político argentino.
En 1829, tras derrotar al general Juan Lavalle, accedió al gobierno de la provincia de Buenos Aires. Logró constituirse en el principal dirigente de la denominada Confederación Argentina (1835-1852).

 

Colocar "Don" adelante del nombre es un símbolo de respeto a quién entregó su vida, fortuna y desarrollo personal al desarrollo de nuestro país. Forjó una de las posibilidades (equivocado o no) de tener el país que hoy disfrutamos los argentinos.
En los renglones que siguen se relata, como fue de convulsionada la época que le tocó gobernar.
En cada título podemos direccionar explicaciones más completas en Wikipedia. 

Esta segunda parte, se continúa a partir del "interregno" del año 1.832 y partir de ahí. Suerte y duviértanse!!!!!!!




Convención de Santa Fe

En los meses siguientes, las provincias restantes se irían adhiriendo al Pacto Federal: Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja en 1831. Al año siguiente, Tucumán,San Juan, San Luis, Salta y Catamarca.
En cuanto terminó la guerra, los representantes de varias provincias anunciaron que, con la
pacificación interior, había llegado la ocasión esperada para la organización constitucional del país.
Pero Rosas argumentaba que primero se tenían que organizar las provincias y luego el país, ya que la constitución debía ser el resultado escrito de una organización que debía darse primero. Aprovechó una acusación del diputado correntino Manuel Leiva para acusarlo de tener ideas anárquicas y retirar su representante de la convención de Santa Fe. En agosto de 1832, la convención quedaba disuelta, y la oportunidad de organizar constitucionalmente el país se pospuso por otros veinte años.
Por un tiempo, el país quedó dividido en tres áreas de influencia: Cuyo y el noroeste, de Quiroga; Córdoba y el litoral, de López; y Buenos Aires, de Rosas. Por unos años, este triunvirato virtual gobernaría el país, aunque las relaciones entre ellos nunca fueron muy buenas.8
En 1832, en carta a Quiroga, Rosas le dijo
... siendo federal por íntimo convencimiento, me subordinaría a ser unitario si el voto de los pueblos fuese por la unidad.7

La Revolución de los Restauradores

Mientras Rosas estaba en su campamento del río Colorado, los desacuerdos internos del partido federal iban en aumento. Una de las fracciones era ideológicamente liberal, y deseaba la organización constitucional; en sus filas militaban el gobernador Balcarce y sus ministros Enrique Martínez y Félix Olazábal. Sus adversarios, leales a Rosas, los llamaban lomos negros, debido a que el reverso de la lista en la cual se postulaban era de color negro. En el partido de Rosas figuraban estancieros, militares y comerciantes minoristas.
El enfrentamiento se condujo principalmente en la prensa, dividida en dos bandos, que se atacaban escandalosamente; el gobierno decidió procesar a varios periódicos opositores y uno o dos oficialista. Entonces se puso en acción Encarnación Ezcurra, esposa y consejera de Rosas, que reunía diariamente a sus aliados en su casa, y organizaba las manifestaciones y agresiones contra los opositores.
Cuando se anunció el juicio a los periódicos, uno de ellos era llamado "El Restaurador de las Leyes". Encarnación hizo empapelar la ciudad con la noticia de que iba a ser enjuiciado el Restaurador, lo que la gente interpretó como un juicio al jefe del partido federal. Se produjo una gran manifestación, y sus participantes se reunieron en las afueras de la ciudad; en su ayuda vino el general Agustín de Pinedo, que puso a sitio a la ciudad, provocando unos días más tarde la renuncia de Balcarce.
En su lugar fue nombrado el general Juan José Viamonte, y en los días siguientes abundaron las agresiones de los partidarios de Rosas, organizados en la Sociedad Popular Restauradora, formada por las clases medias de la ciudad y parte de los oficiales de origen humilde. Su brazo armado era la Mazorca, un grupo de agitadores que atacaba las casas de los opositores a Rosas, causando desmanes y agresiones físicas a quienes eran considerados opositores. Hubo unos pocos crímenes, pero por el momento no tuvieron la extensión que tendría en el futuro.
Unos meses después llegaba Rosas de regreso a Buenos Aires, y Viamonte se vio obligado a renunciar. En su lugar fue elegido Rosas, pero no aceptó porque no se le concedían las facultades extraordinarias. No se sentía capaz de gobernar —ni le interesaba hacerlo— bajo las limitaciones de un estado de derecho. Fue electo gobernador su amigo Manuel Vicente Maza, presidente de la legislatura.

Segundo gobierno (La suma del poder público).
Al estallar un conflicto que se había suscitado entre Salta y Tucumán, Rosas logró que Manuel Vicente Maza enviara como mediador al general Facundo Quiroga, que residía en Buenos Aires. En el trayecto, éste fue emboscado y asesinado en Barranca Yaco, provincia de Córdoba, el 16 de febrero de 1835 por Santos Pérez, un sicario vinculado a los hermanos Reynafé, que gobernaban Córdoba.
La muerte de Quiroga provocó un clima de inestabilidad y violencia, por lo que Maza presentó su renuncia el 7 de marzo de ese año. La legislatura llamó a Rosas para que se hiciera cargo del gobierno provincial. Rosas condicionó su aceptación a que se le otorgase la "suma del poder público", por la cual la representación y ejercicio de los tres poderes del estado recaerían en el gobernador, sin necesidad de rendir cuenta de su ejercicio. La legislatura aceptó esta imposición, dictando ese mismo día la correspondiente ley.
La suma del poder público se le otorgó con el compromiso de:
1.     Conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana.
2.     Sostener la causa nacional de la Federación.
3.     El ejercicio de la suma del poder público duraría "todo el tiempo que el Gobernador considere necesario".
No disolvió la legislatura ni los tribunales; por el momento, la suma del poder aparecía como la sanción legal del carácter excepcional que tenía su mandato. La naturaleza dictatorial de esa institución política afloraría más tarde, cuando Rosas hiciera uso de todo ese poder.
Por otro lado este asesinato le dio a Rosas la oportunidad única de no compartir el mando del partido federal, que hasta entonces se había repartido con Quiroga y López. Éste, en tanto que protector de los Reynafé, quedó muy debilitado; y moriría a mediados de1838. Incluso los caudillos con poder propio cayeron en su órbita, como Juan Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, y José Félix Aldao, de Mendoza.
Debido a que el país no contaba por entonces con una constitución propia —su caída sería, en 1853, condición necesaria para su sanción— los poderes de los que gozó Rosas en su segundo mandato han sido superiores a los de un presidente de facto, ya que dentro de éstos incluyó el de administrar justicia. Gran parte de la historiografía argentina sigue considerando a Rosas un dictador o un tirano, mientras que la corriente revisionista le niega tal carácter, considerándolo un defensor de la soberanía nacional.




Antes de asumir como gobernador, el Restaurador exigió que se realizara un plebiscito que confirmara el apoyo popular a su elección. El plebiscito se realizó entre los días 26 y 28 de marzo de 1835 y su resultado fue 9.713 votos a favor y 7 en contra. Por esos tiempos la provincia de Buenos Aires contaba con 60.000 habitantes, de los cuales no accedían al sufragio las mujeres ni los niños.
La Sala de Representantes nombró gobernador a Juan Manuel de Rosas el día 13 de abril de 1835 por el quinquenio que comprendía de 1835 a 1840.
El discurso que pronunció Rosas en el Fuerte, sede del gobierno provincial, al momento de la asunción de su segundo mandato como gobernador caracterizaría su posición frente a sus opositores:
¡Que de esa raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto a los demás que puedan venir en adelante!14
Rosas asumió su nuevo gobierno con la suma del poder público que utilizó para hostigar a sus disidentes fueran éstos federales o unitarios.
El terror estaba ya en la atmósfera, y aunque el trueno no había estallado aún, todos veían la nube negra y torva que venía cubriendo el cielo." Domingo Faustino Sarmiento15
En este sentido, un retrato vívido de esa época ha sido el legado por la pluma de Esteban Echeverría en El matadero, cuento precursor del realismo rioplatense que transcurre en la provincia de Buenos Aires durante los años '30. Desde la óptica opositora, Echeverría describió las contiendas entre unitarios y federales, y las figuras del caudillo Juan Manuel de Rosas y sus seguidores, atribuyendo a estos últimos cualidades brutales y sanguinarias.
En cuanto asumió, Rosas ordenó la captura de Santos Pérez y los Reynafé, y tras un juicio que tardó años, fueron condenados a muerte y ejecutados. El juicio le dio a Rosas una autoridad nacional en un ámbito inesperado: su provincia tenía un tribunal penal de autoridad nacional. Esa autoridad no era legal pero era real, y aportó cierta unidad a la administración nacional.
Eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores: expulsó a todos los empleados públicos que no fueran federales "netos", y borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de opositores, incluyendo a los exiliados. A continuación hizo obligatorio el lema de "Federación o muerte", que sería gradualmente reemplazado por "¡Mueran los salvajes unitarios!", para encabezar todos los documentos públicos; e impuso a los empleados públicos y militares el uso del cintillo punzó, que pronto sería usado por todos.
Por oposición, más tarde los unitarios llevarían divisas celestes, lo que tuvo un resultado inesperado: la bandera argentina era, hasta ese momento, de color azul y blanco. Los ejércitos de Rosas la empezaron a usar con un color azul oscuro, casi violeta; para diferenciarse, los unitarios la utilizaron de color celeste y blanco.16
Para conseguir sus objetivos políticos Rosas contó también con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, con la cual en esa época se vinculaba especialmente su esposa Encarnación, integrada por el grupo más leal de sus partidarios. Y a través del cuerpo para policial de la Mazorca, que volvió a actuar en la persecución de sus adversarios.
Una vez que logró consolidar su poder impuso los criterios federales y formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación.

 

La Ley de Aduanas

El gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, realizó un enérgico planteo reclamando medidas proteccionistas para los productos de origen local, cuya producción se deterioraba debido a la política de libre comercio de Buenos Aires.



El 18 de diciembre de 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas en respuesta a ese planteo, que determinaba la prohibición de importar algunos productos y el establecimiento de aranceles para otros casos. En cambio mantenía bajos los impuestos de importación a las máquinas y los minerales que no se producían en el país. Con esta medida buscaba ganarse la buena voluntad de las provincias, sin ceder lo esencial, que eran las entradas de la Aduana. Estas medidas impulsaron notablemente el mercado interno y la producción del interior del país. Sin embargo, Buenos Aires continuó siendo la principal ciudad.
Se nacía de un impuesto básico de importación del 17% y se iba aumentando para proteger a los productos más vulnerables. Las importaciones vitales, como el acero, el latón, el carbón y las herramientas agrícolas pagaban un impuesto del 5%. El azúcar, las bebidas y productos alimenticios el 24%. El calzado, ropas, muebles, vinos, coñac, licores, tabaco, aceite y algunos artículos de cuero el 35%. La cerveza, la harina y las papas el 50%.
El efecto inesperado, pero que Rosas había considerado correctamente, era que disminuyeron las importaciones, pero el crecimiento del mercado interno compensó esa caída. De hecho, los impuestos por importación aumentaron significativamente. Más tarde, bajo el efecto de los bloqueos, se redujeron estas tasas de importación, pero nunca volvieron a ser tan bajas como en la época de Rivadavia, ni tanto como serían después de su caída.

La política exterior

En el norte, las ambiciones del dictador boliviano Andrés de Santa Cruz, que dominaba la recién fundada Confederación Perú-Boliviana y quiso invadir Jujuy y Salta con el apoyo de algunos emigrados unitarios, llevaron a una guerra entre esos países y Argentina. La guerra estuvo a cargo del "protector" Heredia, gobernador de Tucumán. Éste era el último de los caudillos federales que hizo alguna sombra a Rosas, pero el Restaurador logró disciplinarlo por medio de la financiación de esta guerra. A fines de 1838, con el asesinato de Heredia a manos de uno de sus oficiales, se paralizaron las operaciones y desapareció su último competidor federal; tal vez por eso mismo al año siguiente aparecieron enemigos internos decididamente no federales.
Las relaciones con Brasil fueron muy malas, pero nunca se llegó a la guerra, por lo menos hasta la crisis que desembocaría en la Batalla de Caseros. Nunca hubo problemas con Chile, aunque en ese país se refugiaban muchos opositores, que llegaron a lanzar algunas expediciones desde allí contra las provincias argentinas. El Paraguay proclamó su independencia y la anunció oficialmente a Rosas, que respondió que no estaba en condiciones de reconocer ni desconocer esa declaración. En la práctica, su pretensión era reincorporar la antigua provincia del Paraguay a la Confederación, por lo cual mantuvo el bloqueo de los ríos interiores, a fin de forzar al Paraguay a negociar. El Paraguay respondió aliándose e los enemigos de Rosas, pero nunca hubo enfrentamiento alguno entre ambos ejércitos ni escuadras.
En Uruguay, el nuevo presidente Manuel Oribe se libró de la tutoría de su antecesor Fructuoso Rivera. Pero éste, con apoyo de unitarios de Montevideo (entre ellos Lavalle) y de los imperiales brasileños establecidos en Río Grande del Sur, formó el partido “colorado” (al que Oribe le opuso el partido "blanco") y se lanzó a la revolución iniciándose la llamada Guerra Grande. A mediados de 1838 comenzó el sitio de parte de los colorados al gobierno, resguardado tras los muros de Montevideo. Los colorados tuvieron desde el primer momento el apoyo de la flota francesa y el protectorado brasileño. Ante esto, Oribe renunció en octubre de 1838, dejando en claro que lo había obligado una flota extranjera y se retiró a Buenos Aires.

El bloqueo francés

Los peores problemas empezaron con Francia: la política exterior francesa había permanecido en un perfil bajo por dos décadas, hasta que el rey Luis Felipe intentó recuperar para Francia su papel de gran potencia, obligando a varios países débiles a hacerle concesiones comerciales y, cuando era posible, reducirlos a protectorados o colonias. Ese fue el caso de Argelia, por sólo citar un ejemplo. Desde 1830, Francia buscaba aumentar su influencia en América Latina y, especialmente, lograr la expansión de su comercio exterior.
Consciente del poder inglés, en 1838 el rey Luis Felipe exponía ante el parlamento que “solo con el apoyo de una poderosa marina podrían abrirse nuevos mercados a los productos franceses…”.
Al ver que la Argentina no estaba organizada constitucionalmente, pensaron que podían, al menos, obligarla a concesiones comerciales. En noviembre de 1837, el vicecónsul francés se presentó al ministro de relaciones exteriores, Felipe Arana, exigiéndole la liberación de dos presos de nacionalidad francesa, el grabador César Hipólito Bacle, acusado de espionaje a favor de Santa Cruz, y el contrabandista Lavié.
También reclamaba un acuerdo similar al que tenía la Confederación Argentina con Inglaterra y la excepción del servicio militar para sus ciudadanos (que en ese momento eran dos).
Arana rechazó las exigencias, y meses más tarde, en marzo de 1838 la armada francesa bloqueó “el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río perteneciente a la República Argentina”.
Y lo extendió a las demás provincias litorales, para debilitar la alianza de Rosas con ellas, ofreciendo levantar el bloqueo contra cada provincia que rompiera con él.
También en octubre de 1838, la escuadra francesa atacó la isla Martín García, derrotando con sus cañones y su numerosa infantería a las fuerzas del coronel Jerónimo Costa y del mayor Juan Bautista Thorne. Debido al desempeño honroso y valiente demostrados por los argentinos, fueron conducidos a Buenos Aires y dejados en libertad, con una nota del comandante francés Hipólito Daguenet, haciendo saber tal circunstancia a Rosas.
El bloqueo afectó mucho la economía de la provincia, al cerrar las posibilidades de exportar. Eso dejó muy descontentos a los ganaderos y a los comerciantes, muchos de los cuales se pasaron silenciosamente a la oposición.
Sobre el reclamo particular de Francia, esto es, la exención del servicio de armas para sus súbditos, el gobierno de Buenos Aires retrasó la respuesta por más de dos años. Rosas no se oponía a reconocer a los residentes franceses en el Río de la Plata el derecho a un trato similar al que se daba a los ingleses, pero sólo estuvo dispuesto a reconocerlo cuando Francia envió un ministro plenipotenciario, con plenos poderes para la firma de un tratado. Eso significaba un trato de igual a igual, y un reconocimiento de la Confederación Argentina como un estado soberano.

La generación del '37

En 1837 surgió un grupo de jóvenes intelectuales que comenzó a reunirse en la librería de Marcos Sastre. Entre ellos se contaban Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi,Juan María Gutiérrez, José Mármol y Vicente Fidel López. Su pensamiento se identificaba con la clase política que había protagonizado el proceso independentista hasta la organización unitaria de 1824 y adhería a las ideas del romanticismo europeo y la democracia liberal.



Este grupo logró cierta influencia a partir de dos instituciones: el Salón Literario, luego cerrado por orden de Rosas, y La Joven Argentina, sociedad secreta fundada por Echeverría en 1838.
Estos jóvenes, constituyentes de la segunda generación criolla, intentaron ser una alternativa a federales y unitarios, propiciaron una organización nacional mixta, la modificación de las costumbres sociales y la necesidad de contar con una literatura nacional.
Tanto sus ideas como sus acciones tendrían gran influencia en la organización nacional y el proceso constitucional posterior a la caída de Rosas. Por mucho tiempo fueron considerados próceres civiles, pero posteriormente, los historiadores revisionistas les acusaron de considerar todo lo europeo superior a lo americano o español, de querer trasplantar Europa a América sin considerar a los americanos, y de traicionar repetidamente a su propio país al aliarse a los enemigos extranjeros de su gobierno.
Se pronunciaron en contra de la política de Rosas respecto de las potencias extranjeras —especialmente de Francia— y fueron perseguidos por la Mazorca, brazo armado de la Sociedad Popular Restauradora. Si bien ninguno fue asesinado, todos ellos terminaron por exiliarse. La gran mayoría pasó a Montevideo. Otros, como Domingo Faustino Sarmiento, emigraron a Santiago de Chile. En el exilio se confundieron con los opositores refugiados, los más antiguos de los cuales eran los unitarios, a los que se habían sumado los lomos negros de la época de Balcarce; formarían un grupo más o menos homogéneo, globalmente llamados "unitarios" por los partidarios de Rosas.

Palermo de San Benito

Mientras tanto, Rosas había avanzado en la compra de una gran cantidad de terrenos y propiedades en la zona conocida como “bañado de Palermo”, en Buenos Aires. Aunque las fuentes arrojan diversas fechas, sería entre 1836 y 1838 que el Gobernador habría comenzado con su proyecto personal para construir su nueva residencia y quinta en esta región alejada del centro porteño.17 18
Durante los siguientes diez años, Rosas emprendió el ambicioso y costoso proyecto, que incluía no sólo una imponente casona, la más grande de Buenos Aires en aquel momento, sino un estanque artificial con un canal, varias dependencias y el arbolado y parquizado de un área importante. Hacia 1848, se habría instalado definitivamente en la estancia que él mismo bautizó “Palermo de San Benito” y también conocida como “San Benito de Palermo”, nombre sobre el cual existen aún hoy diversas hipótesis que no pudieron ser confirmadas.17

 

La guerra civil del '40

En junio de 1838 llegó a Buenos Aires el ministro de gobierno santafesino Domingo Cullen, con la misión de obtener un acercamiento entre Rosas y la flota francesa. Pero al parecer se extralimitó en sus órdenes, y negoció con el jefe de la flota el levantamiento de la misma para su provincia, a cambio de ayudar a Francia contra Rosas y suprimir la delegación que su provincia había hecho de las relaciones exteriores en la de Buenos Aires. Pero a mitad de la negociación murió el gobernador Estanislao López, por lo que Cullen huyó a Santa Fe. Allí se hizo elegir gobernador, pero Rosas y el entrerriano Pascual Echagüe lo desconocieron como tal, con la excusa de que era español. Fue depuesto y reemplazado por Juan Pablo López, hermano de su antecesor.
Cullen huyó a Santiago del Estero y se refugió en casa del gobernador Ibarra, desde donde logró organizar una invasión a la provincia de Córdoba por parte de los opositores al gobernador Manuel López. Éstos fueron derrotados, e Ibarra envió a Cullen preso a Buenos Aires. Al llegar al límite de la provincia de Buenos Aires, fue fusilado por el coronel Pedro Ramos en junio de 1839.
Cullen había enviado a su ministro Manuel Leiva a negociar con el gobernador correntino Genaro Berón de Astrada una alianza contra Rosas, que el correntino aceptó. Pero ante la caída de Cullen, buscó apoyo en el uruguayo Rivera, con quien firmó un tratado de alianza, que éste nunca cumplió. Y declaró la guerra contra Buenos Aires y Entre Ríos. El gobernador Echagüe invadió Corrientes y destrozó al ejército enemigo en la batalla de Pago Largo, donde Berón pagó la derrota con su vida.
En mayo, con apoyo y dinero porteño, Echagüe invadió Uruguay, con apoyo de gran número de militares "blancos", dirigidos por Juan Antonio Lavalleja, Servando Gómez yEugenio Garzón. Llegó hasta muy cerca de Montevideo, pero fue derrotado en la batalla de Cagancha.
El gobierno francés no consiguió mucho con su bloqueo, por lo que decidió financiar campañas militares contra Rosas, tanto pagando un fuerte subsidio al gobierno de Rivera, como a los unitarios organizados en la Comisión Argentina, dirigida por Valentín Alsina. Éstos buscaron un jefe militar prestigioso para dirigir la revolución, y la elección cayó en Lavalle, a quien Alberdi convenció de ponerse al frente de las tropas.
All producirse el ataque de Echagüe a Uruguay, Lavalle decidió aprovechar para invadir Entre Ríos. Como no consiguió apoyo alguno en esa provincia para su cruzada contra Rosas, se dirigió a Corrientes, donde el gobernador Ferré lo puso al mando de su ejército.
Lo primero que hizo Ferré fue lanzar contra Santa Fe al fundador de la autonomía provincial, Mariano Vera, pero éste fue rápidamente derrotado y muerto.

 

La revolución de los Libres del Sur

En la propia Buenos Aires se gestó un movimiento contra Rosas, cuyo mando militar cayó
en el coronel Ramón Maza, hijo del presidente de la legislatura, Manuel Maza. Y en el sur de la provincia se organizó el grupo llamado de los Libres del Sur, formados por ganaderos que, alarmados por la caída de las exportaciones, planificó una revolución que se extendió rápidamente. Contaban con el apoyo de Lavalle, que debía desembarcar en la bahía de Samborombón.
            Pero todo salió mal: no pudieron contar con el apoyo de Lavalle quien se dirigió a Entre Ríos para invadirla, privando a los revolucionarios de sus tropas. Asimismo el grupo de Maza fue delatado: el ex amigo de Rosas fue asesinado en su despacho oficial y su hijo -el propio jefe militar- fusilado por orden de Rosas en la cárcel. Los Libres del Sur, descubiertos, se lanzaron a la insurrección pero apenas dos semanas más tarde fueron derrotados por Prudencio Rosas, hermano del gobernador, en la batalla de Chascomús. Los cabecillas murieron en la batalla, otros fueron ejecutados o encarcelados y algunos debieron exiliarse.

La Coalición del Norte

Desde la muerte de Heredia, los unitarios del norte se habían ido organizando y empezaron a controlar los gobiernos de Tucumán, Salta, Jujuy y Catamarca.
Rosas recordó que tenían en su poder el armamento enviado por él para la guerra contra Bolivia, y decidió mandar un emisario para quitárselo antes de que se pronunciaran contra él. La elección fue uno de los más serios y evidentes errores en toda la carrera del Restaurador: el general Gregorio Aráoz de La Madrid, líder unitario tucumano de la década anterior, que al llegar a Tucumán cambió de bando y se unió a los rebeldes. Éstos se pronunciaron contra Rosas y formaron la Coalición del Norte, dirigida por el ministro tucumano Marco Avellaneda. Intentaron extender la alianza seduciendo a los gobernadores Tomás Brizuela, de La Rioja, e Ibarra, de Santiago del Estero. Ambos eran federales, pero al primero lo convencieron dándole el mando militar supremo; Ibarra se negó.
A fines de 1840, Lamadrid invadió Córdoba, donde un grupo de liberales derrocó a Manuel López. Incluso intentaron revoluciones en San Luis y Mendoza, pero ambas fracasaron.

 

Campañas de Lavalle

Lavalle invadió Entre Ríos y enfrentó a Echagüe en dos batallas indecisas. Se refugió en la costa sur de la provincia y se embarcó en la flota francesa, desembarcando en el norte de la provincia de Buenos Aires. Esquivó al general Pacheco y se dirigió hacia Buenos Aires, estableciéndose en Merlo, y allí esperó que la ciudad se pronunciara a su favor.
Rosas organizó su cuartel general en los Santos Lugares —actualmente San Andrés, Partido de General San Martín— el mismo cuartel que más tarde se haría famoso por los prisioneros recluidos allí y por el fusilamiento de Camila O’Gorman. Le cerró el paso hacia la capital, mientras Pacheco lo rodeaba por el norte. Mientras tanto, el ejército de Lavalle se desarmaba por las deserciones, y la ciudad apoyó incondicionalmente a Rosas.
Entonces Lavalle retrocedió. Todos los unitarios lo criticaron mucho por esa decisión, pero realmente no podía hacer otra cosa. La retirada de Lavalle hizo que los franceses firmaran la paz con Rosas y levantaran el bloqueo. Lavalle, sin apoyo naval, ocupó Santa Fe, pero su ejército seguía disminuyendo. Por su parte, Rosas lanzó en su persecución a Pacheco, y poco después puso a Oribe al mando del ejército federal.

 


El terror

Cuando se supo que Lavalle huía, estalló el terror general en la ciudad: decenas de personas fueron asesinadas, centenares de casas saqueadas y las calles quedaron vacías. Los antiguos partidarios de los unitarios fueron perseguidos, y también los que fueran sospechosos de serlo, por cualquier razón. Los símbolos de los unitarios, y hasta los objetos de colores identificados con los unitarios - celeste y verde - fueron destruidos. Las casas, la ropa, los uniformes, todo lo que pudiera colorearse fue pintado de color rojo.
Rosas no hizo nada para detener la masacre, y posiblemente no hubiera podido controlarla. Sólo a fines de ese año, cuando estuvo seguro de que iba a ser obedecido, anunció que a cualquiera que se lo descubriera violando una casa, robando o asesinando sería pasado por las armas. La violencia se detuvo ese mismo día.
El terror del año '40 fue la culminación del uso político de la violencia por parte de Rosas y
su partido. Algunos historiadores extienden la imagen de esas semanas de violencia a todo su gobierno, mientras que otros sostienen que no fue así. Hubo varios períodos en los que los opositores fueron perseguidos, pero los crímenes de todos los días sólo ocurrieron a fines de 1840. De hecho, Rosas usó más el terror como idea para presionar las conciencias que para eliminar personas.19 En 1842, Rosas se autoproclamó Tirano ungido por Dios para salvar a la patria.20 21

 

Final de la guerra civil

Lavalle se retiró hacia la provincia de Córdoba pero al entrar en ella fue derrotado en la batalla de Quebracho Herrado, lo que lo obligó a retirarse a Tucumán. Allí se reunió y se separó nuevamente de Lamadrid, que marchó a invadir Cuyo. El jefe de su vanguardia, Mariano Acha (el que había entregado a Dorrego en manos de Lavalle), venció a José Félix Aldao en la batalla de Angaco, pero fue rápidamente derrotado batalla de La Chacarilla y ejecutado al poco tiempo. Unas semanas más tarde, Lamadrid se hacía nombrar gobernador de Mendoza, munido de las facultades extraordinarias tan criticadas,n 2 sólo para ser pronto derrotado en Rodeo del Medio. Los sobrevivientes emigraron a Chile.
Lavalle esperó a Oribe en Tucumán, y allí fue derrotado en la batalla de Famaillá, en septiembre de 1841. Su aliado Marco Avellaneda fue ejecutado, y el mismo Lavalle murió en un tiroteo casual en San Salvador de Jujuy. Sus restos fueron llevados a Potosí, donde también se refugiaron los últimos unitarios del norte.
Los antirrosistas, sin embargo, tuvieron un éxito inesperado en Corrientes, donde el general Paz destrozó el ejército de Echagüe en Caaguazú. Desde allí invadió Entre Ríos (simultáneamente con Rivera) y se hizo nombrar gobernador. Un conflicto con Ferré le obligó a huir, dejando sus fuerzas en manos de Rivera.
Por esa época hizo algunas campañas navales el futuro héroe nacional italiano Giuseppe Garibaldi, que en los ríos argentinos y uruguayos asoló las poblaciones y caseríos; y aunque el almirante Guillermo Brown resaltó la valentía del italiano,22 consideró la actuación de sus subordinados pirática.n 3
En Santa Fe, Juan Pablo López se pasó al bando contrario después de la derrota de la Coalición del Norte, de modo que Oribe regresó y lo derrotó fácilmente en abril de 1842. Se refugió junto a Rivera, en el este de Entre Ríos, donde Oribe los derrotó en Arroyo Grande, en diciembre de 1842.
Muchos de los prisioneros de estas batallas fueron ejecutados por orden de Oribe o de Rosas. Al menos, por el momento, la guerra civil había terminado en la Argentina.

La década final

          La historiografía liberal decimonónica argentina, que tuvo a Bartolomé Mitre y a Vicente Fidel López como sus máximos exponentes y difusores, suele atribuir grandes cambios y transformaciones a los años que siguieron a la caída de Rosas, cuyo gobierno habría sido un largo período de estancamiento, imagen derivada más bien de posturas ideológicas que de un examen atento de los hechos.
La Ley de Aduanas de 1836 tuvo una aplicación variable, y se derogó y volvió a aplicar según las necesidades y los bloqueos. La combinación de ambos procesos llevó a un gran crecimiento económico en las provincias interiores, siendo el caso de Entre Ríos muy claro, pero no exclusivo.
Si bien hubo una fuerte inmigración europea, sus características fueron completamente distintas de la masiva inmigración posterior a su caída. Llegaron inmigrantes de Irlanda, Galicia, el País Vasco e incluso de Inglaterra. Pero no se afincaron en colonias agrícolas sino que debieron integrarse en una sociedad controlada por los criollos. Muchos irlandeses y vascos se dedicaron a la cría de ganado ovino, y en pocos años lograron convertirse en propietarios. La ganadería exclusivamente vacuna fue reemplazada por otra, dominada por las ovejas, y en la cual el principal renglón de las exportaciones fue, cada vez más, la lana. Eso llevó a aumentar la dependencia económica respecto de Inglaterra, principal compradora de lana del mundo.
La sociedad argentina quedó libre de toda disidencia. Quienes no se unieron al partido gobernante debieron emigrar o, en muchos casos, fueron muertos. En el interior del país, la adhesión automática a Rosas fue impuesta por los ejércitos porteños o por los caudillos locales. Muchos de estos habían surgido como emanaciones de la voluntad de Rosas, como Nazario Benavídezen San Juan, Mariano Iturbe en Jujuy o Pablo Lucero en San Luis.
Incluso fue obra de Rosas la llegada al poder de Justo José de Urquiza en Entre Ríos, pero era un caso distinto: éste era el general más capaz del bando federal, sólo comparable a Pacheco. Después de Arroyo Grande, los triunfos más importantes los había obtenido él, con tropas entrerrianas y algunos refuerzos porteños. En segundo lugar, era un hombre muy rico, y aprovechó su situación de poder para enriquecerse aún más. Por último, por su posición militar, Rosas se vio obligado a hacer la vista gorda cuando el entrerriano permitía el contrabando desde y hacia Montevideo.

 

Política religiosa

Las relaciones con la Iglesia Católica fueron bastante complicadas: Rosas era un católico ferviente, pero siempre reclamó la continuidad del Patronato de Indias sobre la Iglesia en la Argentina.
Recibió a los jesuitas en 1836 y les devolvió algunos de sus bienes. Pero como éstos se declararan fieles al Papado en relación al patronato y se negaran a apoyar públicamente a Rosas en su iglesia, pocos años más tarde se enfrentaron al gobernador y hacia 1840 estaban enfrentados al Restaurador y terminaron exiliándose en Montevideo.
En todas las otras iglesias, los curas apoyaron públicamente a Rosas, celebraron misas en agradecimiento a sus éxitos y en desagravio a sus fracasos; los santos llevaban insignias de color punzó y el retrato de Rosas figuraba entre los altares a los santos.
Rosas toleró al obispo Mariano Medrano, electo durante el gobierno de Viamonte, pero no habría aceptado ningún otro que no contara con su aprobación. Esto es, se consideraba continuador del patronato eclesiástico que habían tenido los reyes de España.
Uno de los hechos más famosos de su gobierno fue la aventura de amor de Camila O’Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez, que se escaparon juntos para formar una familia. Azuzado por la prensa unitaria desde Montevideo y Chile,n 4 por los propios federales, e incluso por el padre de la joven, el gobernador ordenó inesperadamente fusilarlos, lo que se cumplió en el campamento de Santos Lugares.

 

El sitio de Montevideo y una nueva rebelión correntina

Después de la victoria de Arroyo Grande, Oribe todavía tenía una cuenta que saldar: atacó a Rivera en el Uruguay, y se instaló frente a Montevideo, a la que le puso sitio con el apoyo de varios regimientos argentinos. Apoyado por Francia, Inglaterra y posteriormente Brasil, y defendido por refugiados argentinos y mercenarios europeos, Rivera logró que la ciudad resistiera hasta 1851. La flota porteña del almirante Guillermo Brown estableció el bloqueo del puerto, lo que hubiera significado la inmediata caída de la ciudad pero la escuadra anglo-francesa al mando del Comodoro Purvis, logró alejar a las embarcaciones de Buenos Aires y mantener así una vía abierta para abastecer a la población.
Rivera fue expulsado de la ciudad, pero Oribe nunca logró capturarla.
Durante todo ese tiempo, las mejores tropas de Buenos Aires quedaron inmovilizadas en el Uruguay. En la historia uruguaya, este período es conocido como la Guerra Grande.
Corrientes se volvió a alzar contra Rosas en 1843, bajo el mando de los hermanos Joaquín y Juan Madariaga, pero no lograron exportar su rebelión a las demás provincias.23
Tras más de cuatro años de resistencia, el nuevo gobernador entrerriano Justo José de Urquiza los venció en dos batallas, en Laguna Limpia y en Rincón de Vences. A fines de1847la Argentina quedó uniformemente alineada detrás de Rosas.

El bloqueo anglo-francés



El gobierno de Rosas había prohibido la navegación por los ríos interiores a fin de reforzar la Aduana de Buenos Aires, único punto por el que se comerciaba con el exterior. Durante largo tiempo, Inglaterra había reclamado la libre navegación por los ríos Paraná y Uruguay para poder vender sus productos. En cierta medida, esto hubiera provocado la destrucción de la pequeña producción local, pero la única provincia beneficiada por esa política fue la de Buenos Aires, ya que se prohibía comerciar por los puertos fluviales.
Debido a esta disputa, el 18 de septiembre de 1845 las flotas inglesas y francesas bloquearon el puerto de Buenos Aires e impidieron que la flota porteña apoyara a Oribe en Montevideo. De hecho, la escuadra del almirante Guillermo Brown fue capturada por la flota británica.
La flota combinada avanzó por el río Paraná, intentando entrar en contacto con el gobierno rebelde de Corrientes y con Paraguay, cuyo nuevo presidente, Carlos Antonio López, pretendía abrir en algo el régimen cerrado heredado del doctor Francia. Lograron vencer la fuerte defensa que hicieron las tropas de Rosas, dirigidas por su cuñado Lucio Norberto Mansilla en la batalla de Vuelta de Obligado pero meses más tarde fueron derrotados en la batalla de Quebracho. Esas batallas hicieron demasiado costoso el triunfo, por lo que no se volvió a intentar semejante aventura.
Al saber las noticias sobre la defensa de la soberanía argentina en el Plata, el general José de San Martín, que vivía en Francia, escribió: “... Sobre todo, tiene para mí el general Rosas que ha sabido defender con toda energía y en toda ocasión el pabellón nacional. Por esto, después del combate de Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a defender la independencia americana, por aquel acto de entereza, en el cual, con cuatro cañones, hizo conocer a la escuadra anglofrancesa, que pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia.” Ernesto Quesada, La época de Rosas. Ediciones Del Restaurador, Buenos Aires, 1950, pág. 63.
Ya en su testamento redactado el 23 de enero de 1844 —un poco más de un año y medio antes de Obligado— ya había legado su sable corvo, la espada más preciada que tenía, la que había usado en Chacabuco y Maipú, al gobernador Rosas, el que la recibirá después del fallecimiento del libertador.
"El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla."24 n 5
No obstante, San Martín no aprobaba la política interna de Rosas. En una carta a un amigo, escrita cinco años antes, decía:'25 [cita requerida]
Mi querido Goyo, es con verdadero sentimiento que veo el estado de nuestra desgraciada patria, y lo peor de todo es que no veo una vislumbre que mejore su suerte. Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución contra los hombres más honrados de nuestro país.
Gran Bretaña levantó el bloqueo en 1847, aunque recién en 1849, con el tratado Arana-Southern, se concluyó definitivamente este conflicto. Francia tardó un año más, hasta la firma del tratado Arana-Lepredour. Estos tratados reconocían la navegación del río Paraná como una navegación interna de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en común con el Estado Oriental.

La caída
Después de la retirada de Francia y Gran Bretaña, Montevideo sólo dependía del Imperio del Brasil para sostenerse. Éste, que era garante de la independencia de Uruguay, había abusado de esa condición en provecho propio. Rosas consideró inevitable una guerra con Brasil, y pretendió aprovecharla para reconquistar las Misiones Orientales. Declaró la guerra al Imperio y nombró comandante de su ejército a Justo José de Urquiza.
Varios personajes del partido federal acusaron a Rosas de lanzarse a esta nueva aventura sólo para eternizar la situación de guerra que éste usaba como excusa para no convocar una convención constituyente.
Los más inteligentes de sus opositores se convencieron de que no se podía vencer a Rosas sólo con los unitarios. El general Paz, por ejemplo, creía que alguno de sus caudillos subalternos era quien lo iba a derribar; y pensó en Urquiza.
Urquiza no sentía ningún anhelo de libertad diferente del de Rosas, aunque su estilo era distinto en varios aspectos. Pero a fines del año 1850, Rosas le ordenó que cortara el contrabando desde y hacia Montevideo, que había beneficiado enormemente a Entre Ríos en los años anteriores.n 6 Afectado económicamente, ya que el paso obligado por la Aduana de Buenos Aires para comerciar con el exterior era un problema económico de magnitud para su provincia, Urquiza se preparó a enfrentar a Rosas.
Pero no pretendió derrotar a un enemigo tan poderoso a la manera de los unitarios, lanzándose a la aventura; tras varios meses de negociaciones, acordó una alianza secreta con Corrientes y con el Brasil. El gobierno imperial se comprometió a financiar sus campañas y transportar sus tropas en sus buques, además de entregar enormes sumas de dinero al propio Urquiza para su uso personal, podemos creer que destinado a fines políticos.
El 1º de mayo de 1851, lanzó su Pronunciamiento, por el que reasumió la conducción de las relaciones exteriores de su provincia, aceptando inesperadamente la renuncia que todos los años Rosas hacía de las mismas.n 7
Urquiza tampoco se lanzó directamente sobre su enemigo, sino que primero atacó a Oribe en Uruguay. Lo obligó a capitular con él y entregar el gobierno a una alianza de los disidentes de su partido con los colorados de Montevideo. A continuación se apoderó del armamento argentino que formaba parte de las fuerzas de Oribe… y de sus soldados, que fueron incorporados al Ejército Grande de Urquiza como si fueran ganado.
Sólo entonces, Urquiza se trasladó a Santa Fe, derrocó allí a Echagüe y atacó a Rosas. Tras la defección de Pacheco, Rosas asumió el comando de su ejército,n 8 al frente del cual fue derrotado en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
Tras la derrota, Rosas abandonó el campo de batalla — acompañado sólo por un ayudante — y firmó su renuncia en el "Hueco de los sauces" (actual Plaza Garay de la ciudad de Buenos Aires):
" Creo haber llenado mi deber con mis conciudadanos y compañeros. Si más no hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra identidad, y de nuestro honor, es porque más no hemos podido."

Exilio y muerte

Rosas se refugió en el consulado británico, la tarde del día siguiente, protegido por el cónsul británico Robert Gore, partió hacia Inglaterra en el buque de guerra británico Conflict. Se instaló en las afueras de Southampton.n 9 Allí vivió en una granja obsequiada por el gobierno inglés, donde intentó reproducir algunas de las características de una estancia de la pampa. Fue otra de las tantas contradicciones de su vida, al buscar refugio en un país con el que estuvo repetidamente en conflicto.
En su exilio recibió muy pocas visitas, pero escribió un buen número de cartas a quienes habían sido sus amigos. En general, trataban de su situación económica, de testimonios sobre su propia vida y en algunos casos tocaba temas de política actual.
Complicando aún más su propia imagen, ya bastante controvertida, escribió a Mitre que lo que le convenía a Buenos Aires era separarse del resto del país y establecerse como una nación independiente.n 10 Nunca aprendió a hablar inglés ni ningún otro idioma.n 11
            Murió en el exilio el 14 de marzo de 1877, acompañado por su hija Manuelita, en su finca de Southampton, Inglaterra.
            Cuando la noticia de su muerte llegó a Buenos Aires, el gobierno prohibió hacer ningún funeral ni misa en favor de su alma, y organizó un inusual responso por las víctimas de su tiranía.
            La casona de Rosas “San Benito de Palermo” quedó abandonada con su exilio, y sería una ruina durante la siguiente década. Luego sería utilizada por el Gobierno Nacional con varios fines: Colegio Militar, Escuela Naval, etc.,27 mientras el presidente Domingo Faustino Sarmiento impulsó la transformación de los terrenos de estancia en un espacio público, el Parque 3 de Febrero (llamado en honor a la batalla de Caseros). El edificio seguiría en pie hasta el 3 de febrero de 1899, cuando el Intendente Adolfo Bullrich ejecutara su implosión, con muy poca oposición social.

 

Después de Rosas

Después de la caída de Rosas, Urquiza declaró que no habría "ni vencedores ni vencidos",28 se apresuró a reunir el Congreso Constituyente de Santa Fe, que sancionó la Constitución Argentina de 1853 el 1 de mayo de ese año. Y al año siguiente asumió como presidente de la Argentina. Pero la provincia de Buenos Aires, dominada por los unitarios —más muchos antiguos colaboradores de Rosas— se negó a participar en esa Constitución y se separó del país. En 1859 el país fue unificado legalmente junto con la provincia de Buenos Aires, aunque la reunificación real se produjo —por la fuerza— a partir de 1861.
Tampoco hubo un cambio significativo en las costumbres políticas ya que los gobernantes que lo sucedieron, que se habían opuesto a su régimen quejándose de las persecuciones sufridas, hostigaron con extrema crueldad a sus opositores, a quienes negaron los derechos más elementales, ejecutando a muchos de ellos con la excusa de que no eran partidarios en armas, sino simples bandidos.
Las largas guerras civiles que siguieron a la caída de Rosas, por lo menos hasta 1880 —en las cuales participaron miembros del partido federal hasta 1873— justificaron en el mismo Rosas su permanente en la esperada acción pacificadora y modernizadora de la constitución que había combatido.
Los críticos más emblemáticos de Rosas y su gobierno fueron políticos de ideología liberal como Alberdi, Mitre y Sarmiento. Éstos habían debido emigrar en ese período hacia otros países, como Uruguay y Chile. Tras la batalla de Caseros, todos ellos regresaron juntamente con los cientos de exiliados a causa del rosismo. El pensamiento de Alberdi y su obra Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, conjuntamente con el modelo estadounidense, y las constituciones argentinas anteriores fueron la génesis de la nueva Constitución Nacional.
            El Estado de Buenos Aires sometió a Rosas a un proceso criminal; aún antes de que éste fuera resuelto, el 9 de agosto de 1856 el Senado de Buenos Aires sancionó un proyecto de ley, en el cual se calificaba a Rosas Reo de lesa patria, por la tiranía sangrienta que ejerció sobre el pueblo y por haber hecho traición a la independencia de su patria.29

Rosas en la actualidad

Los restos de Rosas fueron repatriados el 1 de octubre de 1989 y reposan actualmente en el panteón familiar del Cementerio de la Recoleta en la Ciudad de Buenos Aires. En 1999 se construyó el primer monumento en su honor, ubicado en la Plaza Intendente Seeber, (Avenida del Libertador y Sarmiento) en el barrio porteño de Palermo30 Una estación de la línea B del subte de la capital lleva su nombre, aunque no exite ninguna calle en esa ciudad que lo conmemore. No obstante, en otras localidades de la Argentina se lo recuerda la toponimia urbana.
Desde 1992 los billetes de 20 pesos llevan su figura.
En la ciudad de San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires, se conserva el rancho de Rosas, construido en 1817. Pertenecía a la estancia "Los Cerrillos", cercana a la ciudad, y fue trasladado a su emplazamiento actual en 1987. Allí funciona el museo "Guardia de Monte".


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